Tanto el papel del padre como el de la madre implican compromisos emocionales e involucrarse frecuente y directamente en el cuidado y crianza de los hijos.
La participación frecuente y positiva del padre con su hijo, a partir de la infancia, está directamente relacionada con el bienestar del niño y con su desarrollo social y cognoscitivo; la ausencia del padre puede afectar al niño de muchas formas. El modelamiento de las personalidades de los niños y las niñas, por parte de los padres, parece iniciarse desde una edad muy temprana. El elemento crítico para la formación de la confianza es un cuidado sensible, responsivo y consiente.
Factores que intervienen en la determinación de la personalidad:
a) El Desarrollo de la personalidad
La primera etapa del desarrollo social que Ericsson identificó es la confianza básica versus desconfianza básica. Esta etapa se inicia en la infancia y termina alrededor de los 18 meses. En estos primeros meses, los bebés desarrollan un sentido de confianza en las personas y objetos de su mundo. Necesitan desarrollar un equilibrio entre la confianza (que les permite establecer relaciones íntimas) y la desconfianza (que les permite protegerse). Si predomina la confianza, como debe ser, los niños desarrollan la virtud de la esperanza: la creencia de que pueden satisfacer sus necesidades y obtener lo que desean (Erikon, 1982). Si predomina la desconfianza, el niño considerará que el mundo es poco amistoso e impredecible y tendrá problemas para establecer relaciones.
De la misma forma que es imposible encontrar dos individuos que tengan la misma apariencia física, tampoco existen dos sujetos que tengan una personalidad idéntica. Incluso poco después del nacimiento, se pueden ya apreciar diferencias entre los individuos en sus reacciones motoras, sensoriales e incluso en las temperamentales. Estas diferencias se acentúan a medida que el niño va creciendo. A este proceso histórico y discriminativo se le denomina desarrollo de la personalidad.
Para comprenderlo es necesario estudiar los condicionamientos biológicos del ser humano y los estímulos del medio ambiente. Este complicado y sutil proceso de interacción biológico-ambiental va configurando las diferentes personalidades y determinando en ellas la aparición de unos rasgos peculiares. Algunas características del desarrollo son la consecuencia de un entrenamiento deliberado por parte de los padres, pero la mayor parte de los rasgos de la personalidad son el resultado de un aprendizaje realizado por el propio sujeto mediante un proceso de tanteos y errores. Cuando un bebé se siente molesto por algo, manifiesta su malestar a través del llanto o de enojo, y si no consigue el objetivo que desea, cambia de táctica, así hasta conseguir lo que desea. Aquella conducta que le funcionó para lograr su objetivo, puede convertirla en un mecanismo habitual de comportamiento, es decir, en uno de sus rasgos característicos.
Ahora bien, para que todos estos procesos evolutivos tengan lugar, es preciso que ciertas estructuras biológicas hayan llegado a un determinado nivel de madurez, Las llamadas teorías formales del desarrollo tienen por objeto el estudio de éstas y la construcción de leyes en relación con los cambios que tienen lugar en el desarrollo humano.
El estudio del desarrollo de la personalidad puede hacerse desde un punto de vista puramente descriptivo y conductista exponiendo solamente cuáles son las formas típicas en cada una de las secuencias históricas o bien, por el contrario, planteándose el problema de averiguar cuáles son las estructuras subyacentes a cada secuencia de la evolución.
Un ejemplo del primer enfoque son los trabajos que sobre el desarrollo han realizado Gesell y colaboradores. Tras largo tiempo de observación sistemática del comportamiento de gran cantidad de lactantes y niños, Gesell estableció unas normas de desarrollo. Los trabajos de Gesell son de la máxima trascendencia e importancia a pesar de haber quedado voluntariamente circunscrito al mero establecimiento de normas para cada una de las secuencias del desarrollo. Gesell no ha teorizado o investigado acerca de las estructuras subyacentes a este desarrollo. Estudia, por ejemplo, las secuencias de aparición del lenguaje y marca unos patrones evolutivos, pero sin estudiar las estructuras subyacentes a estos procesos de adquisición, ni cuáles son sus factores determinantes.
Por el contrario, las teorías formales del desarrollo especulan acerca de las estructuras o procesos subyacentes más que sobre manifestaciones externas de los mismos. Describen cómo evoluciona la relación del individuo con su medio, las estructuras que utiliza y los estados a través de los cuales estas estructuras emergen y se desarrollan. Entre las teorías formales más importantes se encuentra la de Freud.
Recordemos que Freud concebía el desarrollo a través de tres periodos: oral, anal y genital. Estos periodos representan para Freud fases o estadios de valor universal, manifestados por descargas de energía sexual a través de los cuales se configura la personalidad del individuo. Concomitantemente con la energía gradual de estas formas de manifestación de la libido, se produce una progresión evolutiva que, partiendo del principio del placer y de los procesos primarios –es decir, de los principios de gobierno de la conducta a través de la experiencia-, llega hasta el principio de la realidad y los procesos secundarios, asociados éstos a la formación de las estructuras denominadas Yo y Superyó. La teoría freudiana del desarrollo de la personalidad contiene todos los elementos esenciales inherentes a este tipo de teorías. Los principios básicos teoréticos son: los tres estadios psicosexuales, los procesos secundarios y primarios, el Ello y los instintos, el Yo y el Superyó. Estas estructuras y procesos se agrupan en el principio del placer y de la realidad, postulándose una organización particular de los elementos de la personalidad que determinan sus mutuas interrelaciones.
b) Factores biológicos y personalidad
Si el hombre es un ser biológico compuesto por tejidos orgánicos, no debe sorprendernos por lo tanto que su conducta esté en parten relacionada con su anatomía y su fisiología.
Características somáticas y funcionales
Aspectos somáticos que tienen una evidente repercusión en la aparición de rasgos de la personalidad: la, el corpulencia atractivo físico, el estado general de salud y la existencia de defectos sensoriales o motores, pueden ser importantes factores moldeadores de la personalidad.
Glándulas endocrinas
Mientras las glándulas endocrinas funcionen normalmente no se ponen de manifiesto modificaciones de la personalidad, a excepción de las que se producen a consecuencia del comienzo o final del funcionamiento de las gónadas que dan lugar a la aparición de los periodos denominados pubertad y menopausia, en los que es característica la aparición de importantes modificaciones de la personalidad. Pero cuando estas glándulas se alteran por alguna lesión o enfermedad, se perturba su funcionamiento, se modifica el equilibrio químico de la sangre y aparecen cambios de personalidad que pueden llegar incluso a ser definitivos.
Drogas y enfermedades
La presencia de ciertas drogas y en el organismo puede producir cambios de personalidad pasajera o permanente. También las infecciones pueden ocasionar cambios en la personalidad a causa de que algunos de los virus y bacterias que los producen atacan el sistema nervioso central. Los tumores y lesiones cerebrales subsiguientes a accidentes craneales pueden dar lugar a notables modificaciones de la personalidad.
c) Factores ambientales y personalidad
Dentro de los límites impuestos por los condicionamientos biológicos el desarrollo de la personalidad está mucho más influido por las reacciones de los demás hacia el individuo y por las suyas propias hacia los demás, que por cualquier otro factor. Antropólogos culturales han hecho mucho hincapié en lo que ellos llaman “molde socio-cultural”. Estas influencias socio-culturales comienzan desde que el niño nace y continúan ejerciéndose durante toda la vida.
Hogar y relaciones familiares
La influencia del ambiente familiar sobre los niños y adolescentes es extraordinaria. Durante los dos primeros años de vida es prácticamente la única existente. El niño establece sus primeros contactos con el ambiente a través de sus padres y de las personas que se encargan de cuidarlo. Las actitudes y conducta de éstos son de extraordinaria importancia para el desarrollo de la personalidad del niño. Baldwin, Kalhorn y Breese en investigaciones realizadas bajo los auspicios del Fels Research Institute, han sugerido tres dimensiones independientes para describir la conducta de los padres hacia los niños:
Aceptación - Rechazo
Posesión - Desprendimiento
Democracia - Autocracia
La primera dimensión está en relación con el grado de afecto dirigido hacia el niño. Si los padres no le demuestran afecto, pueden provocar el desarrollo de rasgos de introversión; el pequeño se refugiará en su fantasía, en la cual quizás encuentre las satisfacciones que le niega la vida real. Cuando la falta de afecto es muy acusada, incluso se pueden producir graves perturbaciones
La dimensión posición-desprendimiento está en relación con el grado de sobreprotección que recibe el niño en lo tocante a los peligros exteriores y a las situaciones traumáticas. Una sobreprotección excesiva facilitará la eclosión (aparición), de una personalidad débil y excesivamente dependiente. En el polo opuesto, dejando al niño sin ninguna protección frente a los traumas puede darse lugar a la aparición de una personalidad dura y excesivamente autonómica.
La dimensión democracia-autocracia hace referencia a la amplitud con que el niño puede participar en las actividades familiares. Actitudes demasiado autocráticas implican el manejo del niño con criterios puramente dictatoriales, haciendo caso omiso de sus propias necesidades. En una revisión del problema de los padres autoritarios llevada a cabo por B.R. Mc Candless, este autor llega a las siguientes conclusiones: a) Es más difícil modificar la conducta del niño de padres autoritarios, ya que ha adquirido una formas de responder standard y le resulta difícil aprender cosas nuevas. b) El niño, al igual que sus padres, tiende más a menudo a ser autoritario y a tener más hostilidad latente que los niños que se educan con unos padres democráticos. c) El niño de padres autoritarios tiende a ser rígido y a reaccionar de forma tajante y dicotomizada: verdad-mentira; sí-no, bueno-malo, etc.
Si el ambiente familiar es de equilibrio, confianza mutua, respeto a cada miembro del grupo y hay suficiente seguridad económica y emocional, la personalidad del niño se moldeará de forma mucho más armónica que si en el ambiente hay discusiones, celos, desavenencias, falta de lealtad, inseguridad económica o si el matrimonio está separado. Un control exagerado es represivo y el niño tenderá a ser más dependiente e inhibido. Poco control puede determinar que el niño se aproveche de todas las circunstancias y no tenga respeto por las normas que siempre deben regir la conducta de todo individuo.
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